lunes, 21 de febrero de 2011

El viaje de Ezequiel y Cenizo. Cuento

Ezequiel tenía apenas 12 años. La última semana de sus vacaciones de despedida de la escuela primaria estuvo recogido en si mismo, como solía estarlo cuando llovía copiosamente sobre el techo de zinc de su casa, de un inmenso jardín interno lleno de rosas, pasillos anchos y largos y una gruta con la Virgen Del Valle que se levantaba en su parte superior, adornada de caracoles y conchas de nácar por fuera y por dentro.. Entonces se acostaba en su hamaca de siempre y meciéndose lentamente se concentraba en el acompasado caer de la lluvia sobre las matas y el extraordinario canto del pico de plata cenizo que acompañaba a la familia, desde no sabía cuantos años.

El mágico espectáculo de la lluvia y el canto del cenizo lo transportaron al mundo de la fantasía para el cual, según padres y abuelos, tenía mejores dotes que para aprender números y letras cuando apenas contaba los cinco o seis años. “Ese muchacho si inventa, decían... ahora quiere tumbar con una sierra grande la gigantesca Ceiba que esta cerca del río .... cuyo grosor no alcanzan a cubrir los brazos juntos de tres hombres, para que no le ensucie tanto el patio y ponga a trabajar al abuelo”.

Vamos... vamos amigo cenizo, cuando yo te de la seña y levante con este palo, el ganchito que esta en la punta del guaral, abriré la reja de tu jaula... y entonces...vuela... vuela hacia mi barquito que nos vamos en el río que baja por el canal con el agua de la lluvia hacia el jardín y la sequia... Yo me pondré tan pequeñito como tú y ambos cabremos en este barquito de papel que construí con mis propias manos para fugarnos. Agarrate duro con tus paticas que este rió es como el Caroní que un día me llevaron a ver en la Llovizna y me dio tanto miedo por lo rápido que corren las aguas por su cuerpo... Aunque según me contaron, después que pasa por Cachamaí se pone manso cuando lo recibe entre sus brazos su hermano mayor, el Orinoco.

Pero como vamos a hacer le preguntó Cenizo... para encontrar alpiste y mi rico biscocho de semillas, con tanta agua... Tranquilo tranquilo..que te voy a explicar el plan, le contesto Ezequiel. Yo conduciré nuestro barco para llegar a la sequia y a través de ella llegaremos al río, porque como un día me contó mi abuelo, todas las sequias del mundo llevan el agua de la lluvia hasta ellos. Entonces nos iremos por el mundo para que tu vuelvas a volar libre como el viento, pero eso si, me prometes que siempre que llueva sea donde yo me encuentre o la edad que tenga, tu volverás con tu trino lindo y tu bello gorjeo que quiero tanto y estarás conmigo cantando como te conocí desde pequeño. Seguro Ezequiel cuenta conmigo que será como lo has dicho.... respondió Cenizo.

Cayó la tarde entregándose como en un profundo sueño ante la noche y continuó lloviendo copiosamente. Y Ezequiel y el cenizo continuaron su viaje esquivando las piedras salientes y recogiendo las flores y algunos mereyes, rojiamarillos unos y verdes otros, que arrastraban las aguas buscando afanosamente el cauce vertiginoso del Caroní que serpenteaba la tierra guayanesa en pos de su hermano mayor para dormirse entre sus brazos.

Al entrar a un remanso amplio de aguas limpias y cristalinas Ezequiel se recostó de una de las puntas centrales del barco y mientras lo rendía el sueño se miraba a si mismo como un verdadero capitán, ordenándole a Cenizo que tomara el mando de la nave porque el había cumplido su jornada. A sus oídos llegó como llega un canto de pájaros desde lejos... una voz dulce y tierna que el sintió como una caricia en sus oídos y su cuerpo.... Vamos... vamos Ezequiel... que hoy es tu primer día de clases en el liceo, vamos a estudiar mucho que esa será la única herencia que papá y yo les dejaremos.... El que iniciaba el primer día de dejar de ser niño aún siéndolo, se volteó en su hamaca y pasó sus manos por los ojos para terminar de despertarse, al tiempo que estiraba su pequeña humanidad y levantaba su cuerpo... El canto del cenizo de siempre lo hizo sonreír. Pícaro y travieso al pasar cerca de la jaula, le pico un ojo y cuidándose de que no lo viera nadie le dijo de cerquita... Ya sabes cenizo... que todo quede entre nosotros como un secreto.

Gilfredo Escobar Muñoz
7/11/03.

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