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domingo, 16 de septiembre de 2018
COLOMBIA. LOS ASESINOS DE BOLIVAR. POR IVAN MARQUEZ
(Excelente aticulo)
COLOMBIA.
LOS ASESINOS DE BOLIVAR. POR IVAN MARQUEZ
Resumen Latinoamericano, 17 agosto 2018
¿Es Bolívar una pieza inofensiva
de museo o el guía inspirador de las rebeldías contemporáneas? ¿Quiénes
amaban y quienes odiaban a Bolívar? La historia oficial y la otra historia…,
según el punto de vista de la insurgencia bolivariana de nuestros días.
Ellos identificaban a Colombia
con Bolívar… Fueron los mismos que mataron al Mariscal de la independencia y
la libertad, Antonio José de Sucre. “La bala cruel que te hirió en el
corazón, mató a Colombia y me quitó la vida”, exclamó desde su dolor
profundo el Libertador al enterarse del execrable magnicidio. No hay duda, los
asesinos de Bolívar, son los asesinos de Colombia.
En algunas de sus alocuciones el
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, ha
exteriorizado su sospecha de que el Libertador Simón Bolívar no murió de
tuberculosis, sino asesinado, envenenado por sus enemigos, que también lo eran
de Colombia, su proyecto político de unidad de pueblos, esperanza del universo
que aún palpita en la conciencia colectiva de Nuestra América.
De verdad que es muy sospechoso…
Un hombre expectante de los
resultados electorales de Colombia para determinar el curso de acción que
salvara de las hienas de la historia, el más destellante logro de su espada y
sus ideas, no podía haber escrito ese extraño llamamiento de su Última
Proclama a obedecer al gobierno de la camarilla santanderista, que ya
subordinada al nuevo amo anglosajón, despedazaba a Colombia, a su Ejército
Libertador, sembraba la desunión y la anarquía, rendía la patria al
predominio de los Estados Unidos y se enriquecía a costa de la pobreza
pública.
Odiaban al Bolívar libertador de
esclavos, al general insurgente que se jugaba la vida porque no hubiese en este
continente “¡un hombre poseído por otro! ¡Un hombre propiedad!”, al adalid que
quería colocar a los pies de la igualdad, cubierta de humillación, la infame
esclavitud.
A esa oligarquía que se aferraba
al poder como sanguijuela y se endosaba los privilegios de la Colonia en el
Congreso de Cúcuta, le había pedido encarecidamente el Libertador aprobar en
recompensa por la victoria de Carabobo, la abolición de la esclavitud; pero
esta clase sin alma le respondió con el ultraje de una extinción gradual, que
“¡no comprometiera la tranquilidad pública ni vulnerara los derechos de los
propietarios!” ¡Los hijos de las esclavas serían libres, pero debían pagar
con obras y servicios los gastos de su crianza hasta los 18 años!
Repudiaron la democracia
sustentada en la soberanía del pueblo y fundaron la democracia de los
propietarios al determinar que para ejercer en Colombia el derecho al voto el
ciudadano debía ser dueño de propiedad raíz o usufructuario de jugosa renta.
Su inspiración era la democracia con esclavitud que imperaba en los Estados
Unidos; miserable sistema que no se avergonzaba de llamarse democracia a pesar
de sus dos millones de esclavos, del despojo de tierras y el exterminio
indígena.
Y el cabecilla de esa ignominia,
Francisco de Paula Santander Omaña, vivía sólo para fustigar al Libertador y
obstruir su proyecto político y social, acusándolo de “hablar de soberanía
del pueblo y guardar silencio sobre las libertades individuales”. Este adorador
del individualismo y la injusticia creía socavar al héroe difundiendo entre
las élites de esos años 20, que “Bolívar quiere provocar una guerra interior
en que ganen los que nada tienen, que siempre son muchos, y que perdamos los
que tenemos, que somos pocos”. Vaya si estaban molestos con esa potencia moral
que tronaba: “yo antepongo siempre la comunidad a los individuos”.
El triste presagio del Libertador
al escuchar el saludo de bronce de las campanas de Santafé a la Constitución
de Cúcuta de 1821, visionaba la tragedia hispanoamericana: “Doblan por la
muerte de Colombia” –se le escuchó decir.
Sólo un atolondrado podía
celebrar con júbilo, como lo hizo Santander en 1822, la Doctrin Monroe que
mostraba sus garras a una Hispanoamérica aún en lucha por su libertad. La
consideraba “consoladora del género humano”. Es
difícil entender cómo el
caudillo de la traición podía ver en el sumun de esa doctrina, “América para
los americanos”, motivo de laudable orgullo ser engullidos por la “nación más
favorecida del genio de la libertad”, como lo pregonaba poseído por un
éxtasis abominable. La ambición de Santander era la presidencia de Colombia,
aunque fuera sobre sus ruinas. “No hay comisión ni destino que pueda alagarme,
sino la Presidencia de la República, inmediatamente después de que la deje el
general Bolívar”. Y ese fue el motivo de su conspiración permanente contra
Bolívar, contra Sucre y contra Colombia, hasta causarles la muerte.
Quería –en una actitud
delincuencial de lesa patria y alevosía agravada- entregar las repúblicas
recién salidas de la espada de Bolívar al predominio y al pillaje de los
ambiciosos gobernantes de Washington, a sabiendas que nuestra transitoria
independencia se había logrado luchando contra España y contra los Estados
Unidos al mismo tiempo. Nunca se solidarizaron con la guerra justa de los
independentistas del sur. Sólo querían ganar tiempo mientras afilaban la
garra expoliadora que debía competir contra Inglaterra por el predominio de
Nuestra América. Atrincherados en su hipócrita neutralidad permitían la
venta de armas y de pertrechos a los realistas, pero prohibían hacerlo con las
guerrillas populares de Bolívar. La Ley Madison aprobada en 1817 castigaba con
10 años de cárcel y 10.000 dólares de multa al ciudadano estadounidense que
fuese sorprendido vendiendo armas a los insurgentes de la libertad del sur del
continente. Con razón decía el Libertador: “Jamás política ha sido más infame
que la de los (norte) americanos con nosotros”.
Resentidos los terratenientes,
los criollos ricos y los curas por la abolición de la servidumbre y por las
medidas de justicia agraria que devolvía las tierras a los indígenas,
refunfuñaban con su mala leche que con ello Bolívar levantaba las “heces de
la sociedad”. Para los santanderistas el pueblo era “gente baja”, o simplemente
una “manada de carneros”. En cambio para Bolívar, -llamado por las
oligarquías, caudillo de los descamisados- “la ofensa hecha al justo es un
golpe contra mi corazón”. Proscribía las distinciones, los fueros y los
privilegios. “Tales son nuestros liberales –denunciaba-: crueles, sanguinarios,
frenéticos, intolerantes y cubriendo sus crímenes con la palabra libertad que
no temen profanar”.
Pensando en el pueblo, en su
dignificación, consultando a su maestro Simón Rodríguez, Bolívar declaró
la educación como la primera necesidad de la República y decretó que esta
debía ser gratuita, laica y generalizada; y para ello no se cansó de fundar
escuelas, colegios y universidades en toda la extensión del teatro de sus
campañas liberadoras.
No gustaban de Bolívar los
señores congresistas porque les rebajó de un solo tajo a la mitad sus
escandalosos sueldos que ofendían la pobreza pública. “Piensan que la
voluntad del pueblo es la opinión de ellos”, protestaba el Libertador. “Tengo
mil veces más fe en el pueblo que en sus diputados”. Bolívar combatió con
ardentía a los ladrones del Estado, a los corruptos, a quienes llamó a
despedazar en los papeles públicos, comparándolos con las sanguijuelas que le
chupan la sangre y hasta el alma al pueblo.
Y Bolívar les decía: “veo
vuestras leyes como Solón, que pensaba que sólo servían para enredar a los
débiles y de ninguna traba a los fuertes”, mientras Santander exigía obedecer
la ley “aunque se lleve el diablo a la república”, desconociendo que es el
pueblo la “fuente de las leyes”.
¡Qué les iba a gustar a los
predicadores del libre comercio la prohibición de las importaciones de
manufacturas para forzar, mediante la producción diversificada, el desarrollo
de la industria nacional! Como no albergaban en su ser ningún sentimiento de
patria y soberanía, lanzaron contra Bolívar sus anatemas de fuego cuando
tomó la decisión de nacionalizar las minas del suelo y el subsuelo.
Si el proyecto social del
Libertador que flameaba como bandera al viento había enardecido a la
oligarquía criolla y la había empujado a la conspiración desesperada, el
proyecto de formar con la unidad de nuestros pueblos el “escudo de nuestro
destino”, terminó por unir en la causa común de los privilegios y el expolio,
al gobierno de los Estados Unidos y a los criollos ricos contra Bolívar,
contra su proyecto político y social, y contra Colombia como categoría
hermanadora de pueblos. Una guerra total y a muerte a la resistencia
capitaneada por Bolívar contra la opresión, fue la que desataron bajo la
complacencia de las potencias europeas coaligadas en la Santa Alianza. Los
liberticidas, los separatistas, los librecambistas, los apátridas y los
imperios, ¡todos contra Bolívar y su proyecto de redención para los pueblos
de Nuestra América!
Para Bolívar la unidad era y
sigue siendo la base de nuestra existencia política. Con ese propósito había
convocado el Congreso Anfictiónico de Panamá, buscando la unidad, el
florecimiento en este hemisferio de una nación de repúblicas que con sus
fuerzas congregadas afianzara la independencia, rechazara a las potencias
expoliadoras e intervencionistas, y sobre todo arropara el continente con la
reforma social bajo los auspicios de la libertad y de la paz.
“La naturaleza nos dio un mismo
ser para que fuésemos hermanos”. “¿Quién resistirá a la América unida de
corazón, sumisa a la ley y guiada por la antorcha de la libertad?” “Ella debe
ser la salvación del nuevo mundo”… era su sermón de la montaña y la semilla
que regó, luego de arar en esta vasta latitud y hasta en el propio mar.
Entre tanto Santander, poseído
por la ambición irrefrenable de alcanzar la presidencia de Colombia, estaba
dispuesto a aliarse con el diablo washingtoniano, sin importarle que éste
arrastrara la república al infierno del predominio y las cadenas.
A pesar de que Bolívar lo había
instruido para que no invitara al Congreso de Panamá ni a los Estados Unidos,
ni a Inglaterra, ni al imperio del Brasil, ni a los monárquistas de Buenos
Aires sumisos a Britania, fue a los primeros que invitó en un acto de abierto
desacato y de traición. “No creo que los (norte) americanos deban entrar en el
Congreso del Istmo”, había dicho el Libertador. “Lo que hago con las manos lo
desbaratan los pies de los demás.”
Del gobierno de los Estados
Unidos decía Bolívar: “Aborrezco a esa canalla de tal modo que no quisiera
que se dijera que un colombiano hacía nada con ellos”. “Los Estados Unidos son
los peores y son los más fuertes al mismo tiempo”. “En mi concepto el mayor
peligro es mezclar a una nación tan fuerte con otras tan débiles”; pero
Santander los consideraba sus “hermanos mayores” y se alelaba imaginando al
águila de las armas de los Estados Unidos posada sobre los cuernos de la
abundancia. El panamericanismo impulsado por los gringos es sometimiento, el bolivarianismo
es unidad y es independencia.
No querían los Estados Unidos en
su frontera sur un volcán bolivariano trepidando por la justicia, la
soberanía de los pueblos, la democracia y la dignidad, iluminando con su fuego
los cielos como esperanza del universo. Alexander Everett lo decía a su manera
en 1827: “Un déspota militar de talento y experiencia al frente de un
ejército de negros no es ciertamente la clase de vecino que naturalmente
quisiéramos tener”. William Tudor, embajador en Lima, prevenía a su gobierno
respecto de Bolívar: “téngase presente que sus soldados y muchos de sus
oficiales son de mezcla africana”… Y coincidiendo con ellos Santander adujo
razones de rastrero racismo para excluir a Haití del Congreso de Panamá:
“siendo una república de color –decía-, atraería perjuicios a la causa
americana ante la opinión de las potencias europeas”.
El plan de la conspiración
contra Bolívar, su bandera social y política, y contra su proyecto de gran
nación de repúblicas, estaba en marcha y era dirigido desde Washington por el
Secretario de Estado, Henry Clay. Mientras que Santander, Páez, La Mar, Luna
Pizarro, Riva Agüero, Torre Tagle, Córdoba, Obando y López, eran los
caudillos de la traición; y Tudor, Anderson y Harrison, representantes del
imperio en Lima y Bogotá, el estado mayor de la intriga y la conjura. El plan
de los Estados Unidos y de los apátridas, de acuerdo con el historiador
Juvenal Herrera Torres, tenía alineadas sus miras hacia los siguientes
objetivos: Dividir y desmoralizar al ejército libertador. Sabotear el Congreso
Anfictiónico de Panamá. Desmembrar a Colombia. Asesinar a Bolívar y a Sucre,
y abolir la obra política y legislativa bolivariana.
Sabían que el fuerte del
Libertador era su ejército, es decir el pueblo en armas defendiendo la patria
y las garantías sociales, el ejército bolivariano creador de la república.
Su mismo comandante general lo denominó “defensor de la libertad”, agregando
que “sus glorias deben confundirse con las de la república, y su ambición
debe quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país”. Desde los
campamentos y cuarteles del ejército en el Orinoco fue naciendo la nueva
institucionalidad republicana, sus instancias de poder, hasta tomar cuerpo en
los mismos campos de combate, como quedó reseñado en el parte militar del
Libertador Simón Bolívar luego de la crucial batalla de Carabobo: “hoy se ha
confirmado en una espléndida victoria el nacimiento político de la República
de Colombia”.
Los primeros disparos contra la
unidad del ejército fueron hechos por Santander emboscado desde el Congreso de
la República. En 9 años de gobierno -mientras los libertadores ofrendaban su
sangre por nuestra independencia en los campos de batalla-, el hombre de las
leyes para enredar a los débiles, el padre del clientelismo, de los ladrones
del Estado, el traicionero manipulador político, Francisco de Paula Santander,
había logrado construir unas mayorías parlamentarias a imagen y semejanza de
su mezquindad. Las manejaba con su dedo meñique. Esa bancada parlamentaria
santanderista decretó mediante recorte presupuestal el pie de fuerza del
ejército libertador, desautorizó la campaña del sur y le retiró el mando de
las tropas a Bolívar en vísperas de la batalla definitiva contra las cadenas
coloniales. Estuvo Santander a punto de sabotear la más asombrosa victoria de
la libertad americana en los campos de Ayacucho.
Ayacucho fue a pesar de
Santander, y porque Bolívar supo apaciguar la indignación de Sucre que
explotaba contra la bellaquería de Bogotá, confiándole al futuro mariscal la
conducción del ejército libertador. El eco de la victoria de Ayacucho y el júbilo
de los pueblos eran como mil puñales en el corazón artero del cabecilla de la
traición.
Fue también Santander, aduciendo
leguleyadas y rebuscadas razones constitucionales, quien detuvo el avance del
Libertador hacia el Río de la Plata, impidió la solidaridad de Colombia con
los patriotas de la Banda Oriental comandados por Artigas, y saboteó la
contención del imperio del Brasil que pretendía, aupado por el gobierno de
Londres, invadir el territorio de la libertad y el ámbito republicano.
Con razón decía Bolívar:
“Santander es un pérfido, no tengo confianza ni en su corazón”. Y por eso
escribe a Soublette: “Ya no pudiendo soportar más la pérfida ingratitud de
Santander, le he escrito hoy que no me escriba más, porque no quiero
responderle ni darle el título de amigo”.
¡Y qué
amigo iba a ser “el más sagaz hombre de las trampas”, que intentaba asesinarlo
confabulado con el embajador gringo William Tudor y la podrida aristocracia de
Lima, que lo había hecho regresar a Bogotá a apagar el incendio de Colombia
cuando se aprestaba a extender los servicios de su espada a las provincias del
Río de la Plata, y que había urdido la insubordinación de Bustamante para
desestabilizar y dividir al ejército.
La rebelión de Bustamante, fue
tan grave suceso que al apresar éste a los generales Lara y Sandes y a otros
oficiales venezolanos, estaba hiriendo de muerte con la daga de la discordia la
hermandad de granadinos y venezolanos integrantes del mismo ejército que
invicto había hecho flamear hasta ese entonces la enseña de la libertad. Era
un atentado contra Colombia y contra la independencia. Y el indigno y felón
vicepresidente Santander en ruidosa celebración por las calles de Bogotá
gritaba vivas a la División insubordinada del cabecilla Bustamante, a la
Constitución de Cúcuta, y profería abajos al tirano, en alusión al
Libertador. El rumbo del general de la traición y de los apátridas era
irreversible. “Yo no confío en los traidores de Bogotá ni en los del sur… no
me apartaré de la fuerza armada ni media hora”, repetía para sí el
Libertador.
De Santander dice el historiador
Fernando González, con relación a Bolívar: “Lo trajo a Bogotá, al frío
lomo andino y le formó pelea en el campo en que Santander era invencible: el
de la pequeñez: elecciones, compadrazgos, congresos, libelos, suspicacias, intrigas…
fue como frágil hormiga en lucha con el león. ¿Cómo vencerlo? Yendo y
viniendo, andando más allá, picándole los ijares… el león corre, desespera
y muere precipitado: así fue como Santander venció al Libertador”.
“La
bacanal de las fieras” presidida por el Secretario de Estado, Henry Clay, desde
Washington, por sus representantes Tudor y Harrison en Lima y Bogotá, por
Santander y Obando en Nueva Granada, y La Mar y Luna Pizarro en el Perú,
dirige ahora el fuego de su artillería divisionista contra Colombia. El
ejército del Perú azuzado por míster Tudor se lanza desde el sur a la
invasión de Colombia, tomando a Guayaquil. En su delirio contra el Libertador,
Tudor le aseguraba a Clay que “La Mar es indudablemente el primer general de América
del Sur, Bolívar que fue inicialmente un capitán de milicias, es inferior a
él… si llegan a chocar, estoy plenamente seguro que Bolívar será derrotado”.
Los correos de la conspiración iban y venían de Lima a Bogotá y de estas a
Washington. La correspondencia de Bolívar era interceptada por la red de
espionaje que habían montado Tudor y Santander. A José María Obando le
habían hecho llegar armas para que impidiera en Pasto cualquier posible
refuerzo de Bolívar a Sucre que se encontraba en Quito después de dejar la
presidencia de Bolivia. Sin embargo el Mariscal de Ayacucho le infligió a La
Mar y al general Plaza, juntos, que lo duplicaban en número, la más
vergonzosa paliza y derrota en el Portete de Tarqui causándoles 2.500 bajas, entre
muertos y heridos. El mismo pueblo del Perú, enemigo de esa guerra injusta
instigada por los Estados Unidos, derrocó al fratricida general La Mar
castigándolo con el destierro.
Entre tanto el general José
María Córdoba, héroe en Pichincha y Ayacucho, se había convertido en
“misionero de la división y la rebelión”, tristemente utilizado por Harrison,
Henderson y Santander, como instrumento de la destrucción de Colombia. En los
cuarteles de Popayán, Cali y Rio Negro instaba al ejército a la
insubordinación frente a Bolívar. Había perdido el juicio cortejando a la
hija del embajador Henderson, y degustando el té de las tardes en la sede de
la legación inglesa. Como loro lo pusieron a repetir que Bolívar quería
coronarse rey, y que él, el gran vencedor de Ayacucho, sería ahora “el terror
de los tiranos”. Terminó degradado a la despreciable condición de informante
y soplón al servicio de los gobiernos de Estados Unidos y de Inglaterra, a los
que pasaba informes sobre secretos de Estado, croquis de los campamentos de
Bolívar y planes del ejército. Preguntémonos con Vargas Vila ¿Quién puede
decir el espacio que separa a un traidor de un asesino?
El objetivo seguía siendo matar
a Bolívar y a Colombia. Ya lo habían intentado en Lima cuando asesinaron a
Bernardo Monteagudo. Para el Presidente Chávez, lo sucedido a Bolívar en
Pativilca fue un primer intento de envenenamiento.
Ahora en el marco de la
Convención de Ocaña, los liberticidas irritados porque no podían lograr sus
propósitos federalistas y desestabilizadores, fraguaban un nuevo plan para
asesinarlo. No lo hicieron porque quedarían en evidencia Santander y sus
compinches. Luego intentaron matarlo en un baile de máscaras, salvado sólo
por la resolución de Manuelita que lo obligó a abandonar el escenario
escogido para el crimen. Pero el más serio intento para asesinarlo se
desencadenó la noche del 25 de septiembre de 1828. Otra vez Santander y sus
hermanos del crimen de la sociedad filológica de Bogotá fueron los cerebros.
Mientras Santander como parte de su coartada con testigos se fue a dormir a
casa de su hermana, los conjurados de la brigada de artillería irrumpían en
la casa presidencial dando muerte a los centinelas, a Fergusson e hiriendo al
edecán Ibarra. De nuevo Bolívar, bajo el apremio de Manuelita, salta la
ventana armado de pistola y sable y busca refugio en un lugar seguro. Desde
allí mandó a averiguar la situación de los cuarteles y se entera que el
Batallón Vargas había derrotado la conspiración. Narra Juvenal Herrera
Torres en su obra “Bolívar el hombre de América” que “el Libertador mojado,
entumecido, casi sin poder hablar, montó en el caballo del comandante Espina,
y todos llegaron a la plaza donde fue recibido con tales demostraciones de
alegría y de entusiasmo, abrazado, besado hasta por el último soldado, que
estando a punto de desmayarse, les dijo con voz sepulcral: ¿queréis matarme de
gozo, acabando de verme próximo a morir de dolor?” Dice el general Posada
Gutiérrez que si hubiera muerto Bolívar, habrían muerto sus enemigos no
sólo en Bogotá, sino en toda la república.
Perdonado por el Libertador,
Santander fue recibido poco después con todas las pompas que el gobierno de
los Estados Unidos podía dispensar a uno de los más connotados títeres de su
geopolítica para América Latina.
Muy grave por su impacto
destructor contra la cohesión del ejército fue el fusilamiento por Santander
del venezolano Leonardo Infante, atroz acto de venganza que recalentó el
separatismo. Todo empezó con un incidente en la batalla de Boyacá. Estando
Santander escondido debajo de un puente lo descubre Infante, quien tomándolo
por la pechera lo insta a que “salga a ganarse las charreteras como lo están
haciendo el general Anzoátegui y demás patriotas, exponiendo el pellejo”. El
“hombre de las leyes”, el que legó a sus sucesores oligárquicos el crimen
político, no perdona. Intrigó ante los tribunales, destituyó magistrados,
pero al fin logró la condena a muerte de un hombre que había sido distinguido
con la Orden de los Libertadores, además único afro descendiente que alcanzó
el rango de Coronel del ejército libertador. Cuenta O ́Leary que después de
la ejecución, Santander se presentó a caballo, y allí, delante del cadáver
arengó a las tropas”. Fue Santander un verdadero cobarde. Sus ascensos no
fueron ganados en el campo de batalla como Girardot, Rondón, Sucre, Manuelita
y tantos otros, sino en el ejercicio de la intriga y el engaño. Siempre quiso
ganar “siquiera un par de batallas”, pero la única de importancia que ganó en
su vida de mentiras y simulaciones, fue la de “Loma pelada”, que nunca
existió.
Santander lo controlaba todo, el
poder judicial, el legislativo… y con dineros del Estado manipulaba la prensa de
Bogotá. Dejó la orden de arreciar la campaña de desprestigio contra el
Libertador en los papeles públicos, luego del atentado de septiembre, que hizo
estallar en júbilo a sus enemigos en Venezuela. Las páginas de los
periódicos atribularon a Bolívar con sus denuestos e improperios. El Congreso
de Venezuela reunido por Páez lo había proscrito advirtiendo que “el pacto
con Nueva Granada no puede tener efecto mientras exista en territorio de
Colombia el general Bolívar”. Sucre también estaba proscrito. Los dos
libertadores ¡sin patria!
Sucre había llegado a Bogotá
procedente de Quito, pero el Libertador, a quien quería ver, ya iba navegando
Magdalena abajo. Luego de una carta de despedida llena de ternura hacia su
comandante en jefe, el mariscal de Ayacucho resuelve regresar a Quito. La
prensa decía que el bandido Sucre llevaba un ejército para asaltar a Pasto,
pero que el valeroso general José María Obando corría igualmente al
encuentro del bandido. “Pueda ser que Obando haga con Sucre lo que no hicimos
con Bolívar”, decía la prensa de Bogotá. Y Sucre que no llevaba escolta fue
emboscado y muerto a su paso por Berruecos. Los autores intelectuales y
materiales del magnicidio, José María Obando y José Hilario López
-generales peleles de Santander-, Juan Gregorio Sarria, Antonio Mariano
Álvarez, José Erazo y Apolinar Morillo, fueron finalmente indultados por el
asesino Santander a través de una ley que hizo aprobar en el Congreso.
Para los bolivarianos el
fusilamiento y el destierro, para los asesinos de Antonio José de Sucre el
indulto, el perdón y el olvido, y no sólo, porque Santander también los
condecoró con la Cruz de Boyacá como ocurrió con los generales Obando y López.
Lanzó la candidatura de José María Obando a la Presidencia de la República
como ardid para llegar más tarde a ella. Impuso la pena de muerte por delitos
políticos y se deleitaba con las ejecuciones. Tenía su propia “lista negra”
de los perseguidos por su perfidia. Desmovilizó el ejército bolivariano,
ordenó borrar del escalafón militar a todos los oficiales leales al
Libertador.
Clemencia para los insignes
malhechores, muerte sin apelación para los inocentes. “Sórdido rábula que
afilaba sus garras en los dorsos de los tratados de derecho”, lo definió
Rafael Pocaterra. Legó a la posteridad el terror frío
de la legalidad, sostiene Herrera
Torres. Juró que nadatenía que ver con la muerte de los bolivarianos Sardá,
Mariano París, Lino de Pombo,
Manuel Anguiano, Pepe Serna…, pero nunca se ocupó del castigo ejemplar de sus
asesinos. “Sepulcro blanqueado
por fuera, pero podrido por dentro”. “No es el paradigma de Colombia sino de su
destrucción”. Jamás en momentos de crisis abrió su boca parallamar a la
unidad, a la cordura, a la salvación de Colombia.
Fue un falso héroe nacional. De
él dice Fernando González que es “el arquetipo de la simulación: no tenía
cara sino careta”. Sant Roz lo asocia con “el triunfo del pícaro sobre el hombre
honrado”. “Era taciturno y cruel”, dice Waldo Frank. Se robó el último
empréstito hecho en 1824. Mezclaba el ejercicio del gobierno con los negocios
personales. Trató de apoderarse con sus amigos del contrato de construcción
del canal interoceánico Atrato-Truandó, proyectado por Bolívar. Arregló su
historia, rompió comprobantes, pidió certificados… No llamemos historia a los
24 tomos del Archivo Santander, dice Fernando González, son los documentos que
dejó para cubrirse y para alindar su historia”. “Organizador de la victoria.
Dejó grandes haciendas, casonas en la calle real, becerros, morrocotas y sobre
todo créditos”… En 1840, abrazado a crucifijos y rodeado de curas se fue
hundiendo en sus propias tinieblas y rencores, como diría Juvenal Herrera. Su
testamento, como el de Páez sólo hablaba de sus propiedades aquí y allá;
ningún sentimiento de preocupación por la patria… ¡Qué contraste con
Bolívar que murió desnudo en Santa Marta, clamando por la unión! “Ojalá que
yo pudiera llevar conmigo el consuelo de la unión”.
¿De
dónde le vendría tanto odio por Simón Bolívar? No fue por el incidente de
su cobarde deserción de la Campaña Admirable en 1813 cuando el Libertador lo
increpa con indignación en la población de La Grita: “No hay alternativa,
marche usted: O usted me fusila a mí o positivamente yo lo fusilo a usted”.
Tampoco sus desavenencias con Bolívar residen en el proyecto de Constitución
de Bolivia. Lo que más aborrecía de Bolívar era su proyecto social de redención
de los pobres del mundo: Nunca aceptó que por encima de él estuviera el Gran
Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre. Por sus principios egoístas,
arribistas y de clase, y por la envidia que lo carcomía vendió su alma al
diablo del imperio maldito, su verdadero amo.
Dicen que un día al visitar la
tumba del Libertador, la pisoteaba preso del malvado júbilo de que estuviera
muerto. Realmente los traidores hieden. Toda la vida trató de cubrirse; pero
lo que no podrá cubrir jamás, es el asesinato de Bolívar por los siglos de
los siglos. Vargas Vila dice que “héroe quiere decir hombre de Libertad y que
fuera de la libertad no hay heroísmo”. Hay que expulsar a latigazos bíblicos,
al pérfido Santander -el asesino de Bolívar- del templo sagrado de los
héroes.
El diario El Tiempo de Bogotá
califica la sospecha de Chávez sobre el envenenamiento del Libertador de
“exabrupto” y “salida en falso” y sugiere que Bolívar se mató así mismo
porque se rehusaba a tomar sus medicinas, dejando de lado el hecho de que
podría estar tomando la cicuta con la que lo estaban envenenando, y pasando
por alto, adrede, que Próspero Reverend no era médico, como lo afirma Chávez
con documentos históricos irrebatibles.
Es necesario analizar si el ofrecimiento
de la gobernación de Santa Marta a Joaquín de Mier, por parte de Montilla,
gobernador de Cartagena en enero del año 1831, tenía que ver con “sus
servicios” en la muerte de Bolívar, como lo planteó Chávez bajo los samanes
de la noche estrellada de la sabana de Barinas, en un oasis de nuestra
conversación sobre la paz de Colombia.
La historiografía de Nuestra
América necesita un revolcón porque los pueblos no pueden seguir siendo
secularmente engañados. Al pueblo se le oculta la historia porque le tienen
miedo, porque las oligarquías saben que ello desembocaría en un levantamiento
insurreccional generalizado de pueblos que las mandaría al carajo.
Es inadmisible pretender, como lo
hacen los intelectuales vinculados a la cultura de la actual Colombia y
Venezuela encabezados por los ex presidentes Ramón J. Velásquez y Ernesto
Samper, los señores Plinio Apuleyo, Juan Gossaín, Enrique Santos, Pompeyo
Márquez, Teodoro Petkoff, entre otros, “que no se puede permitir que el nombre
del Libertador Simón Bolívar se invoque para dividirnos”. Cuando la sospecha
razonable del Presidente Chávez lo que hace es abrir el debate de la historia.
No queremos la historia de las academias de los asesinos de Bolívar, de los
opresores amangualados con los gringos. El pueblo quiere y necesita la verdad
histórica sobre lo sucedido con Simón Bolívar, el padre de nuestras
repúblicas, porque tiene que reescribirse la historia, porque la historia en
este caso es la clave de nuestra segunda y definitiva independencia y el camino
cierto para la instauración en este hemisferio de una Gran Nación de
Repúblicas, como lo soñara el Libertador. Necesitamos hoy más que nunca la
lectura bolivariana de la historia.
“Sea lo
que fuere, no nos hallamos ya en los tiempos en que la historia de las naciones
era escrita por historiógrafos privilegiados a los cuales se les daba plena fe
sin examen… Son los pueblos los que deben escribir sus anales y juzgar a los
grandes hombres –decía Bolívar-; venga, pues, sobre mí el juicio del pueblo
colombiano; es el que yo quiero, el que apreciaré, el que hará mi gloria”.
Finalmente, digamos con Martí:
“¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo,
sentado aún en la roca de crear, con el Inca al lado y el haz de banderas a
los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que
él no dejó hecho, sin hacer está hoy: porque Bolívar tiene que hacer en
América todavía!”
domingo, 10 de abril de 2016
martes, 26 de enero de 2016
CARTA ABIERTA AL CAMARADA PRESIDENTE NICOLAS MADURO MOROS, DE UN VENEZOLANO DE A PIE.
CARTA
ABIERTA AL CAMARADA PRESIDENTE
NICOLAS
MADURO MOROS.
ANTE LA DERROTA EN LAS ELECCIONES PARLAMENTARIAS DEL 6D-2015.
Recibe un fraternal saludo
revolucionario. Permíteme tutearte como
le dice el niño de la canción de Ali al Libertador Simón Bolívar, porque como
Presidente de mi patria te asumo como uno de mis mejores amigos, aunque no te
conozca personalmente.
Guardo de ti el recuerdo de aquel
muchacho flaco y alto que, con la camarada Marla Muñoz, (Frente de Educación
Media), iba a la UCV a buscar nuestro periódico RUPTURA, como parte de la
militancia de nuestro Movimiento Político.
Soy “un venezolano de a pie” como
sueles decir para definirte a ti mismo. Me incorporé a la lucha revolucionaria
a los 13 años en el FLN-FALN convertido luego en PRV-FALN y posteriormente en
PRV-FALN-RUPTURA Milite en sus filas desde 1965 hasta 1979 año en el cual, ante
la imposibilidad de evaluar de manera democrática las causas de varias décadas
de derrota, del Movimiento Popular y Revolucionario y nuestra particularmente;
un grupo de militantes (cerca de 200 a nivel nacional) de esa organización
conformamos Tendencia Revolucionaria cuya dirección integramos- entre otros- Humberto
Vargas Medina (Santander), Rogelio Gamarra (El Tabanuco), Julio Chirinos (El
Cabito), Roy Daza, Armando Daza (El
Chino Daza) Alí Rodriguez Araque (Fausto)
y este servidor.
Desde el 4 de febrero
de 1.992 como millones de venezolanos y venezolanas me identifique plenamente
con nuestro querido Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías y con sus
planteamientos.
Motiva esta carta el hacer pública
mi reflexión con la pretensión de
agregar “un granito de arena” al caudal de inquietudes y de opiniones que se
expresan a nivel nacional buscando explicación y salida ante la derrota
electoral que nuestra Revolución Bolivariana sufrió en las elecciones parlamentarias
del 6 de Diciembre del presente año.
He oído tus intervenciones con
detenimiento y las comparto plenamente. Especialmente la que hiciste en Cadena
Nacional, una vez conocidos los resultados dados por el CNE; la que
pronunciaste ante los 200 voceros y voceras de los Colectivos
Revolucionarios en Miraflores, la que
pronunciaste ante la militancia del PSUV
en la Plenaria Extraordinaria de su Tercer Congreso y la de ayer en la salutación decembrina a nuestra Fuerza Armada Bolivariana. En todas ellas has dejado claramente
demostrado que nos derrotó electoralmente la guerra que contra la Revolución
Venezolana -contra nuestro pueblo- desarrolla la Burguesía Parasitaria y el
imperialismo Norteamericano y tiene como operadores políticos a la ultraderecha
fascista nacional.
Me parece muy acertado de tu parte
pedir que pongan sus cargos a la orden los ministros (as) y otros compañeros y
compañeras que ocupan posiciones de alta autoridad en nuestro gobierno Así
mismo, llevar a cabo un amplio y profundo proceso de análisis de las causas que
nos condujeron a la presente situación, para realizar las correcciones y
definir las acciones que nos permitan derrotar la ofensiva reaccionaria y
contrarrevolucionaria con una verdadera ofensiva revolucionaria.
No tengo ni un ápice de duda acerca
de la caracterización que tanto el Comandante Chávez, tú y otros (as) camaradas
han hecho de la ultraderecha venezolana.
Desde la perspectiva de los intereses de la Burguesía parasitaria y del
imperialismo norteamericano; ellos consideran que ha llegado el momento de la
destrucción definitiva de la Revolución Bolivariana.
Por experiencia histórica sabemos que los
anima un profundo odio de clases contra el pueblo venezolano y especialmente
contra los revolucionarios y las revolucionarias. Ya sabemos que no tienen
ningún tipo de escrúpulos y que nunca han dudado, ni dudarán, en emplear los
métodos más sanguinarios para, mediante el terror desenfrenado, tratar de
desmovilizar al pueblo y derrotarnos. Ya antes del triunfo de nuestra revolución
planteaban que matando a 20.000 comunistas “se resolvía el problema en
Venezuela”.
Es por eso que también creo que es
muy acertado develar en profundidad ante nuestro pueblo sus mentiras y su
hipocresía y continuar demostrando hasta la saciedad todas las acciones que han
puesto, ponen y continuaran poniendo en práctica para tratar de lograr sus
pretensiones fascistas.
Ahora bien, es urgente y necesario
que - como parte de los análisis que impone la coyuntura- , realicemos una
revisión crítica (constructiva) y autocritica de los errores y limitaciones de
la actuación desde nuestras propias filas. Nada tiene que ver esta necesidad
imperiosa con una “autoflagelación” ni mucho menos con ningún revanchismo
contra nadie, ni ninguna “cacería de brujas”. No se trata de buscar “culpables”
y fusilarlos política y moralmente. De
discurrir este proceso necesario por esa vía no estaríamos contribuyendo sino a
debilitar a nuestras propias fuerzas.
En tal perspectiva considero que
tampoco se trata de revisar sólo las fallas y las debilidades que pudieran
estar presentes en la gestión de nuestro gobierno, en los últimos tres años. A
mi juicio los resultados del 6D son la cristalización de debilidades y amenazas
que existen en nuestro proceso desde el propio 1.998 hasta nuestros días y que
nos han impedido avanzar con mayor fuerza y consistencia aprovechando, en toda
su magnitud, las fortalezas y oportunidades de las extraordinarias victorias
económicas, sociales, políticas y culturales alcanzadas en favor de la inmensa
mayoría de nuestro pueblo.
Es altamente probable que muchas de las
debilidades tienen que ver con las características particulares del contexto
sociopolítico en el cual emergió el Proyecto Bolivariano, luego de cuatro
décadas de derrotas del Movimiento Popular y Revolucionario Venezolano. En
otros casos pudieran tener que ver con una concepción y una práctica política
excesivamente pragmática que desdibuja la naturaleza revolucionaria –
radicalmente transformadora- de nuestro proceso Bolivariano, antiimperialista,
anticapitalista, Socialista y profundamente Chavista.
Llamo la atención a reflexionar
especialmente sobre dos dimensiones de nuestro proceso sociopolítico: El
Estado, y el Poder Popular.
A veces pienso que como consecuencia
de las derrotas sufridas por el Movimiento Popular y Revolucionario
latinoamericano y mundial, por el fracaso del llamado “Socialismo Real” y su
implosión en la URSS, para muchos (as) se ha desdibujado el carácter del
capitalismo como Formación Económico Social, como un sistema de dominación
propio de la burguesía y del conjunto de las clases dominantes. Y especialmente
su prevalencia a nivel mundial -en su fase de desarrollo imperialista- con todas
sus implicaciones para la lucha histórica de los pueblos por su redención
definitiva.
Se reconoce muchas veces que en la
sociedad capitalista hay clases sociales y lucha de clases –incluso el carácter
de clase del estado pero también, muchas veces, se pierden de vista estos
principios en la lucha política concreta. Muchas veces pareciera que se pierde
de vista que en la sociedad capitalista de clases la cultura dominante es la
cultura de las clases dominantes (las culturas populares permanecen subyugadas
y oprimidas) y los trabajadores y el pueblo son sujetos sociales dominados. Se
desdibuja en el hacer cotidiano que una revolución exige una verdadera liberación
del dominio que sobre el ejerce una ideología que les es extraña. Que se le
impone mediante el proceso de socialización desde su nacimiento a través de
diversas organizaciones y mecanismos de producción y reproducción ideológica
(la familia, la religión, la escuela, los medios de comunicación y
absolutamente todas las organizaciones sociales y todas las manifestaciones de
la vida): El que hacer productivo, la ciencia, el arte, la técnica etc., etc. expresan
y reproducen consciente o inconscientemente esa cultura extraña a sus intereses
históricos objetivos y los convierte en reproductores de su propia dominación.
Es la lucha revolucionaria y la forja
DEL PUEBLO COMO SUJETO REVOLUCIONARIO PROTAGÓNICO DOTADO DE LA NUEVA CONCIENCIA
REVOLUCIONARIA lo que puede crear nuevas relaciones sociales entre los seres
humanos. Lograrlo implica un trabajo perseverante de organización, de
esclarecimiento, de formación y especialmente de movilización para que pueda
convertirse en sujeto social transformador. Un trabajo de hormiguitas como
decíamos en la década del sesenta, planificado, que combine la satisfacción de
las necesidades materiales con la construcción de una nueva subjetividad distinta
y antagónica a la que nos imponen las clases dominantes. Es lo que Carlos Marx
y Federico Engels -fundadores del Socialismo Científico- denominaron-
refiriéndose a la clase obrera, EL PASO
DE LA CONCIENCIA EN SI A LA CONCIENCIA PARA SI. LA CONCIENCIA REVOLUCIONARIA
ACERCA DE SU POSICIÓN EN LA SOCIEDAD Y SU PAPEL EN HISTORICO.
El acceso al gobierno por la vía
electoral, que no da “todo el Poder” sino parte de él, pareciera contribuir a
esa pérdida de contacto con la realidad. Más aún, incluso accediendo a él por vía
de una lucha armada revolucionaria, sino se mantiene claro que la lucha es por
“destruir” un sistema de dominación” para crear uno radicalmente distinto y se desarrolla una relación “orgánica” entre las vanguardias
revolucionarias y el pueblo, así como un proceso de participación protagónica
permanente, este se desmoviliza, no avanza en su conformación como sujeto
revolucionario y la revolución tiende a estancarse. El caso de la URSS es sintomático en esta
perspectiva. Esto nos plantea a los revolucionarios y a las revolucionarias la
necesidad de problematizar la concepción del estado, el poder y el papel del
pueblo como sujeto revolucionario.
Entiendo que es un proceso bien
complejo y lleno de peligros y amenazas platearnos la construcción del
Socialismo “conviviendo” con el sistema capitalista De hecho este proceso
transformador que vivimos desde 1.998 se ha desarrollado -no en un lecho de rosas- como todos sabemos,
sino en medio de una permanente agresión de la burguesía parasitaria y del
imperialismo norteamericano: Saboteos de todo tipo, intentos de magnicidio,
asesinatos de luchadores y dirigentes revolucionarios, paramilitarismo, golpes
de estado, bloqueo económico financiero, amenazas militares imperialistas,
permanente guerra mediática, guerra psicológica , guerra económica y pare usted
de contar.
Nadie dijo que era fácil. Ninguna
clase dominante se rinde sin patalear. Ninguna burguesía- en ninguna etapa de
la historia, ni en ningún país del mundo le ha entregado el poder “por las
buenas”, a los pueblos explotados y oprimidos por su sistema de dominación.
Sin embargo, en medio de las más
complejas y difíciles situaciones la Revolución Bolivariana ha sabido avanzar y
lograr extraordinarios beneficios para nuestro pueblo. Acumulando creo que un record mundial al
vencer a nuestros enemigos de clase en 18 de los 20 procesos electorales que
hemos realizado.
El Comandante Ernesto CHE Guevara nos
dejó dicho que… “Cuando lo extraordinario
se vuelve cotidiano, entonces estamos en Revolución”. Yo no tengo
ninguna duda que en nuestro proceso lo extraordinario se convierte cada vez más
en cotidiano. Pero también creo que hoy debemos agregar que, si no trabajamos de manera consciente, consistente y
planificada en el desmontaje de la maquinaria del Estado Burgués y en la
transformación de la subjetividad social, en la construcción de la conciencia revolucionaria
del pueblo, para que se libere de la ideología de las clases dominantes en la
cual muchas generaciones, nacieron, se educaron, viven y reproducen consciente
o inconscientemente, entonces corremos el riesgo de que ese extraordinario, en
la cotidianidad de la existencia bajo la
hegemonía que aún mantiene la ideología de las clases dominantes, pierda su carácter extraordinario y por ende
su sentido revolucionario. Esto dicho con referencia a la conducta de los
pueblos tiene probablemente mayor vigencia para los revolucionarios y
revolucionarias que cumplen funciones de gobierno en el marco de un proceso
transformador que se desarrolla dentro del sistema capitalista cuyos
mecanismos, organizaciones, aparatos ideológicos y prácticas siguen existiendo
y trabajando sistemáticamente para acabar con el proceso revolucionario.
Es un secreto a voces que muchos (as)
asumen como una fatalidad inconmovible que a 17 años de Revolución el Estado
Capitalista siga existiendo casi intacto entre nosotros. No solo con sus
instituciones sino con su cultura y relaciones. Es más, en muchas de ellas
prevalecen estilos de gestión que nada tiene que ver con el proceso
transformador en marcha y por el contrario reproducen la ideología de las
clases dominantes. El autoritarismo, el
nepotismo, el clientelismo político, las prácticas cupulares, la alienación de
los trabajadores y trabajadoras, su segmentación, atomización e
individualización, la división
capitalista entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, la prevalencia de
relaciones de producción capitalista, la ausencia de participación protagónica
y de verdadera democracia participativa, la falta de compromiso político con la
revolución, la ausencia de vinculo de las organizaciones con el pueblo de sus
comunidades aledañas ( El Punto y Circulo), y la ausencia de trabajo sociopolítico y de
formación de los trabajadores y trabajadoras son prácticas que aún prevalecen.
Es la hegemonía de la cultura de las clases dominantes. Es la ideología de la
Burguesía parasitaria y de la pequeña burguesía acomodaticia a sus intereses.
En muchas de esas organizaciones o
instituciones prevalecen formas de organización, métodos de trabajo y de
gestión que ni siquiera se acercan a los modelos capitalistas más avanzados y
mucho menos a concepciones que se orienten a la transformación y a la
construcción socialista. El despilfarro de recursos, la ineficacia, la
ineficiencia – en fin la improductividad las caracteriza antes que las
posibilidades de desarrollar relaciones sinergéticas, visiones y misiones
compartidas, cultura de trabajo en equipo. En mucha de ellas los trabajadores y
trabajadoras desconocen cuáles son sus planes estratégicos y nunca quienes las
dirigen rinden cuenta a sus colectivos.
Quienes osan levantar una conducta revolucionaria y por tanto crítica
suelen ser aislados, amedrentados y finalmente despedidos.
Si consideramos que en Venezuela, el Estado
como el principal empleador, posee una fuerza laboral compuesta por varios
millones de personas y a la vez; que sus diversas instituciones u
organizaciones, tienen una alta participación en la provisión de bienes y
servicios a la población, necesariamente tenemos que destacar su importancia
estratégica en la vida de la sociedad venezolana. Seguro estoy que si
analizamos a fondo la situación antes descrita encontraremos las verdaderas
causas del porque o los porque la llamada guerra económica puede actuar
negativamente y confundir a nuestro pueblo.
Contra un pueblo rearmado política e ideológicamente y plenamente
movilizado no hay guerra económica que pueda. De ejemplos está llena la
historia latinoamericana y mundial. Guardando las distancias, (CARACTERIZACIÓN
DEL CONTEXTO INTERNACIONAL Y DIFERENCIAS ENTRE ESTOS PROCESOS) ahí están los
ejemplos del pueblo cubano ante la invasión de Playa Girón y el Período
Especial… y el heroico ejemplo del pueblo Vietnamita ante la guerra genocida de
tres imperios).
Desde la perspectiva de la Revolución
Bolivariana y de la construcción del Socialismo, el Estado puede ser una
poderosa herramienta en la transformación o puede convertirse en un instrumento
que frustre la esperanza popular. Sólo con su transformación revolucionaria
podrá cumplir la primera de estas opciones. Ello demanda una revisión profunda
de su actual situación y la definición de un plan de trabajo que comporte
centralmente, entre otras dimensiones, la Movilización permanente de sus
trabajadores y trabajadoras, su Formación Sociopolítica Bolivariana,
antiimperialista, Socialista y Chavista y su Organización genuinamente Democrática
Participativa.
Lo planteado por el artículo 62 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela respecto a la
Participación Política, debe ser uno de los principios guía y orientador de
este proceso transformador. En ella se
afirma que: “El medio indispensable para la construcción de la Democracia Participativa
y Protagónica es la activa participación de los ciudadanos y las ciudadanas en
el diseño, la ejecución y la evaluación de la gestión pública, como medio
fundamental para alcanzar el pleno desarrollo de sus potencialidades
individuales y colectivas. Es obligación de las autoridades crear las
condiciones para que ello sea posible”…
SE NECESITA UNA VERDADERA REVOLUCIÓN
CULTURAL Y ORGANIZATIVA QUE DE INICIO A
UN VERDADERO PROCESO DE TRANSFORMACIÓN REVOLUCIONARIA DE LAS DISTINTAS ORGANIZACIONES
DEL ESTADO VENEZOLANO. Para erradicar de él todas las prácticas que reproducen
de manera consciente o inconsciente, directa o indirecta, los modelos mentales,
la ideología propia del capitalismo que queremos desaparecer de Venezuela. Ello
comporta planes concretos para este estratégico propósito y también una sólida
vinculación de dichas instituciones con el Poder Popular.
Sí, es cierto. Nos
derroto la Guerra económica. Nos derrotó la guerra de la canalla mediática
nacional e internacional. Nos derrotó la guerra psicológica, la campaña mundial
contra la patria en el orden financiero, económico, cultural político y
militar. Un verdadero bloqueo imperialista. ¿Y por qué? Porqué el pueblo, una
importante proporción de él, aún permanece desarmado política e ideológicamente
y desconoció los extraordinarios logros de la Revolución Bolivariana en estos
17 años... Porque la producción y distribución de alimentos y otros productos
fundamentales -a 17 años de revolución- aún están en manos de la burguesía
parasitaria. Porque no fuimos suficientemente efectivos en combatir y derrotar
al acaparamiento, al especulador e incluso al bachaqueo. La ultraderecha no nos
ganó por su efectividad política.
La ultraderecha no
tuvo campaña electoral, ni propuestas, ni candidatos y candidatas visibles. Los
escondieron. (Nunca hablan de un Proyecto de país porque lo que tienen bajo la
manga para tratar de imponernos de nuevo el neoliberalismo y el fascismo).
Operó la Guerra Económica porque funcionaron los reflejos condicionados de la
ideología capitalista (burguesa), que - aún con nuestros importantes avances- todavía conserva su hegemonía y dominio sobre parte
del pueblo y esta funciona como productora y reproductora del sistema de
dominación de la Burguesía parasitaria y del imperialismo norteamericano. El
individualismo, el materialismo, el egoísmo consumista. Porque aún una buena
parte del pueblo es un sujeto social dominado por la ideología de las clases
dominantes. Porque el capitalismo en Venezuela aún esta vivito y coleando con
el mismo Estado de la IV República, con su cultura, con sus relaciones, con su
burocratismo, con su ineficacia e improductividad e incluso con su despotismo y
su autoritarismo y con su indiferencia frente al pueblo. Porque aún no hemos
hecho la Revolución necesaria en el estado.
Porque muchos y
muchas de quienes ocupan posiciones de dirección en el estado, no tienen ningún
compromiso revolucionario. Porque no trabajan la formación sociopolítica de sus
trabajadores y trabajadoras, no permiten su participación protagónica y mucho
menos contribuyen con la transformación de las comunidades aledañas, ni con el
desarrollo del Poder Popular. El pueblo nos responsabilizó como gobierno y
aplicó el voto castigo eligiendo a sus verdugos, de la misma forma que por más
de 40 años voto por los malandros y ladrones que lo reprimían, masacraban (AD,
COPEY,MAS etc.), cuando protestaba y sumían en la miseria y el atraso.
Perdimos dos
millones de votos y la ultraderecha solo incrementó su votación en 350.000
votos. Operó la guerra económica porque los partidos de la revolución no se
convencen aún de que hay que acabar con el capitalismo, con su estructura
estatal burguesa, con la ideología burguesa y pequeño burguesa. Porque aún los
domina el electoralismo y no fraguan cotidianamente la movilización, la
organización, la formación del hombre y la mujer nuevos y nuevas; el verdadero
Poder Revolucionario del Pueblo. Porque creen que será la burocracia la que con
una gestión de gobierno tradicional transformará al país.
Porque aún no valoran suficientemente la
necesidad de la construcción de unas nuevas formas de relacionarse los seres
humanos, el hombre y la mujer nuevos y nuevas, una nueva cultura, una nueva
conciencia.
Sin embargo, no
todo está perdido. Perdimos una importante batalla. La lucha de clases continúa
y ella es el motor de la historia. Conservamos a nuestro gobierno Bolivariano,
nos apoya un contingente de pueblo cercano a los 7 millones, contamos con la
mayoría de nuestra Fuerza Armada Bolivariana, contamos con cerca de 60.000
Consejos Comunales y con miles de Comunas, contamos con varios miles de Colectivos
Revolucionarios que luchan cotidianamente al lado del pueblo, contamos con una
apreciable cantidad de gobernaciones y alcaldías, con organizaciones de
trabajadores y trabajadoras, contamos con una diversidad de Medios de
Comunicación Alternativos y contamos con un Presidente Obrero resteado con su
pueblo y una generación de dirigentes populares y revolucionarios.
Es hora de
retomar el legado de nuestro Comandante Supremo. Somos El pueblo de las
dificultades. Es hora de radicalizar la Revolución Bolivariana aplicando Las
Tres R al Cuadrado y la Revolución en la Revolución, El Golpe de Timón. No es
hora de cacería de brujas, ni flagelaciones, ni de buscar culpables, para
fusilarlos moral y políticamente. Hacerlo sería muy grave y sólo lograría debilitarnos
frente a la ofensiva contrarrevolucionaria.
Es la hora de una
verdadera contraofensiva revolucionaria y para ello es ineludible realizar PROFUNDAS
RECTIFICACIONES Y DE PROFUNDIZAR LA LUCHA EN TODOS LOS TERRENOS. PARA AVANZAR Y
VENCER. CHAVEZ VIVE. LA PATRIA SIGUE. AQUI NO SE RINDE NADIE CARAJO. PATRIA O
MUERTE. VENCEREMOS.
SOC. GILFREDO ESCOBAR MUÑOZ
Cel.: 0416-8385521
Correos: wilburfenix@yahoo.com
IDEAS PARA LA DISCUSION NECESARIA.
CARACAS 13 DE diciembre de 2.015
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